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El año de 1814, sin dudas, marca el inicio de un movimiento insurreccional generalizado en la Intendencia de Salta del Tucumán como en el Alto Perú. Jefes de la talla de Arenales, Padilla, Azurduy, Camargo, entre otros, serán los encargados de poner en serias difi cultades al ejército realista, las comunicaciones y el abastecimiento de las ciudades altoperuanas que se encontraban en su poder siguiendo la táctica de la “guerra de partidas”.


El 1 de marzo de de ese año, en el pueblo de Chicoana corazón de Valle de Lerma en Salta, dio inicio la más original y menos conocida gesta libertaria que lleva el nombre de Guerra Gaucha.

Fuerzas de milicianos rurales, expertos en las tareas de campo, amplios conocedores de su espacio geográfi co, eximios jinetes en la difícil geografía, profundamente identifi cados con su tierra y portadores de una acrisolada lealtad a sus jefes, eran comandados por pequeños propietarios y arrendatarios que en esos primeros meses de 1814 tuvieron a su cargo una seguidilla de escaramuzas y entreveros con las fuerzas leales al rey español, cuando éstos, carentes de apoyo que pudieran brindarles los comerciantes y estancieros adictos, tuvieron la necesidad de víveres, ganado vacuno, caballar y mular, pretendiendo obtenerlos mediante el saqueo.


Los comandantes y jefes de estas partidas tenían una fuerte ascendencia sobre los paisanos rurales a partir que Salta se sumo al movimiento de Mayo de 1810 y ya habían participado activamente en numerosos encuentros bélico con las tropas del rey, teniendo alguno de ellos destacadísimas actuaciones en batallas como las de Tucumán y Salta.


El “Grito de Chicoana”, como inicio del movimiento insurreccional, encendió una hoguera de sublevaciones a las que se sumaron milicias de la frontera que en ese momento integraban la Vanguardia del Ejército del Norte y a la que Martín Güemes pertenecía.

 

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