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Por Martín Miguel Güemes Arruabarrena

 

Para comenzar, debemos ubicarnos espacial y temporalmente. Hasta Octubre de 1814, estamos situados en la Intendencia de Salta del Tucumán (actual noroeste argentino y sur boliviano). Vayamos entonces, al debe y haber de las uentas públicas. Repasemos los hechos, guiados por los historiadores salteños, Bernardo Frías, Atilio Cornejo, y Luis Güemes, a nuestro criterio quienes más profundizaron en la historia Güemesiana (o sea, en la independencia nacional). Historia empequeñecida, minimizada, por los historiadores del Río de la Plata, o por historierias localistas, que incentivan falsos orgullos provincianos.


Empecemos por vivir la situación económica que padecía Salta, después de los heroicos sucesos militares de la gesta Belgraniana (1812/1813), y del inicio de la guerra gaucha en el Valle de Lerma (1814). En base a informes del Cabildo de Salta, Atilio Cornejo nos pone en autos: “(…) Ahora bien, sobre el estado en que quedó Salta, es ilustrativo el acuerdo de su Cabildo, de junio 13 de 1813, cuando aludían sus Regidores D. Hermenegildo González de Hoyos, Dr. Mariano Boedo, D. Guillermo de Oramaechea, D. José D. Fernández, D. Teodoro López y D. Severo Alvarado “a la suma indigencia en que ha quedado esta Capital con el tránsito y estación, así del Ejército de la Patria, como del nemigo que la asoló enteramente quitando a sus vecinos los más de los bienes de que subsistían hasta dejarlos sin proporciones aún para el preciso sustento” ; a cuyo efecto, acordaron que su Diputado gestionase en Buenos Aires, se sirva moderar la contribución mandada a exigir a esta Provincia por continuos donativos, empréstitos y demás contribuciones con que ha sido pensionada esta ciudad y sus partidos desde la primera internación del Ejército Auxiliar a  las provincias interiores, a más de que es notorio el atraso que ha recibido esta Ciudad con la cesación de su comercio por motivo de la actual guerra” E igualmente, el acuerdo del mismo Cabildo, formado por D. Gerónimo López, D. Gaspar Arias, D. Guillermo de Ormaechea, D. Juan M. Quiroz, Dr. Juan de la Cruz Monge y Ortega, D. Juan de Arteaga y D. José de Gurruchaga, en octubre 29 de 1814, en cuya oportunidad se recalcaban “los incalculables quebrantos que ha padecido esta Ciudad y su campaña para el desempeño de sus deberes”, en cuya virtud “se veían constituidos en la necesidad de calcular y meditar los medios para levantarla de la ruina y escombros  que ha quedado reducida por los tiranos de Lima, que únicamente la ocuparon para saciar su codicia y ambición. Las exorbitantes contribuciones, donativos y préstamos forzosos; los secuestros y confiscaciones, y una extremada licenciosidad concebida a los mandarines, ministriles y tropa, formaron la ruina de las casas, sus propiedades, preciosidades y demás muebles. Los abastos para el Ejército y las considerables remesas hechas al interior en ganado vacuno, caballar y mular, produjeron una ingente disminución en las fincas rurales, y hubiesen quedado totalmente desiertas si las partidas de los patriotas no hubieran embarazado el plan adoptado de desolación con dichas remesas para el interior.” Agrega que después de Vilcapugio y Ayohuma, “quedó la felicidad de la Patria pendiente de la decisión de los ciudadanos de este pueblo de Salta y su campaña. Si éstos se resolvían a sacrificar sus intereses, sus familias y sus personas, el enemigo no adelantaba sus marchas y daban lugar a la organización del Ejército. Por el contrario, si cedían a los gritos y vínculos de la naturaleza, contemplando que había terminado la obligación social, los déspotas de Lima avanzaban hasta el Tucumán y nos reducían a los más grandes extremos de aflicción, que no pueden ocultarse a la comprensión más dormida.” Y a esta altura de la exposición exclama: “Pero, ¡raro prodigio!”Un solo espíritu animó a todas las gentes de esta Provincia, que no concebíamos con ilustración bastante para una resolución tan general, tan magnánima y heroica. Es constante – dicen – que la fortuna de estos infelices se reducía absolutamente a un corto número de ganado vacuno y caballar. Dispuestos a hacer la guerra, sin más armas que los propios lazos, no ha habido un hombre que no se alistase en el número de soldados voluntarios que han militado bajo el nombre de gauchos. Desde el momento que tomaban partida, ciertos del peligro que no tendrían cuartel, porque no eran militares de línea, olvidaron su existencia y por consiguiente hasta los medios de conservar sus intereses y hogares. Fundada una especie de comunidad de bienes, las gruesas partidas que corrían el campo y asediaban este Pueblo, el de Jujuy y Orán, se trasportaban y mantenían de las pertenencias de los vecinos; y de aquellos puntos a donde por la fuerza superior del enemigo no podían acercarse, subsistía éste y se verificaban las internacionales y las que el tiempo de su retirada hizo de 3.000 cabezas de ganado vacuno.”

 

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