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Manuel Antonio de Castro

 

"El General Manuel Belgrano"

Yo observé en el general Belgrano tres calidades que principalmente formaban su mérito: patriotismo absolutamente desinteresado, contracción al trabajo y constancia en las adversidades.


En prueba de lo primero citaré los hechos siguientes: en todo el tiempo que permaneció el ejército en Tucumán, que fue el de cuatro años, destinó sus sueldos sobrantes al socorro de las necesidades del mismo ejército, desterrando de su persona y casa todo lujo, y aún las comodidades más naturales y necesarias. Su diario vestido era una levita de paño azul. Su casita construida en la ciudadela a la manera del campo, era una choza blanqueada. Sus adornos consistían en unos escaños de madera hechos en Tucumán, una mesa de comer, su catre de campaña y sus libros militares. Comí con él varias veces. Tres platos cubrían su mesa, que era concurrida de sus ayudantes de campo y capellán.


Cuando por motivo de la victoria de Salta le regaló el supremo gobierno o la Asamblea cuarenta mil pesos, los cedió íntegramente para la dotación de escuelas en Santiago del Estero, Salta, Jujuy y Tarija, que no las tenían, ni podían establecer.


Cuando por orden del gobierno supremo vino con el ejército hasta la jurisdicción de Santa Fe, le pidió al gobernador sustituto de Córdoba don José Antonio Álvarez de Arenales, cincuenta pesos para mantenerse. Tal era entonces su situación.


Se había consagrado tanto al servicio de la Patria que no era fácil saber cuáles eran las horas de su descanso. Yo lo observé en Tucumán el año 16: ocupar todo el día en la atención del ejército, y contínuos servicios doctrinales, salir de noche a rondar hasta las doce o más tarde, retirarse a esas horas e irse a escribir sus multiplicadas correspondencias que despachaba de su puño y mantenía con todos los gobiernos, con todos los pueblos, y con toda clase de gentes a favor de la causa de la Patria. Los maestros de postas y alcaldes Pedáneos de las provincias conocidos por su decidido patriotismo hacen vanidad de conservar sus cartas amistosas, y dirigidas todas al servicio público.

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