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Por Martín Miguel Güemes Arruabarrena

Las victorias de Tucumán (24 de setiembre de 1812) y Salta (20 de Febrero de 1813) fueron decisivas. Belgrano las obtuvo contra la decisión del poder central de abandonar el norte, y retirarse a Córdoba. En esa desobediencia histórica, tuvo papel fundamental el pueblo norteño. Jujeños, salteños, tucumanos, santiagueños, catamarqueños, riojanos, no estaban dispuestos abandonar sus tierras. De allí, el vigor que adquirió la presencia de los gauchos, convocados por Bernabé Araoz, Apolinario Saravia, y muchos caudillos locales que comandaban partidas de decididos por la patria. De no haberse dado esa conjunción: pueblo - ejército, ese milagro de fe, donde tuvo papel esencial la presencia de la Virgen del Carmen (no olvidemos que Belgrano delegó el bastón de mando a su imagen venerada), los planes realistas se hubieran cumplido. Eran estos, constituir un “frente imbatible” conectando Tucumán y Montevideo a través de Santa Fe; en la acción criolla, tuvo también papel destacado el General José de San Martín. El combate de San Lorenzo (3.02.1813), impidió el desembarco de tropas realistas, en las riberas occidentales del Paraná, impidiendo una cabecera de playa que envolviera a las fuerzas patriotas entre dos fuegos envolventes; el ejército español al mando de Pezuela, y el que pudiera descolgar los realistas desde Montevideo. Estos triunfos patriotas, al igual que la victoria de Suipacha (7.11.1810), llenó de esperanzas a los dirigentes de la revolución de Mayo, y abría la posibilidad de llegar hasta el río Desaguadero, límite norte del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata (ex Virreinato del Río de la Plata). Nuevamente, desde la Intendencia de Salta del Tucumán, quedaba abierta la posibilidad de reconquistar el Alto Perú. La patria podía hacer camino por el norte. 

 

En su libro: “Ideología y acción de San Martín”, Pérez Amuchástegui afirma: “Belgrano, con serena prudencia, aconsejó moderación y advirtió las dificultades de la campaña alto peruana; pero se le ordenó marchar, en la convicción de que el bisoño general equivocaba la concepción estratégica. Y mientras Belgrano avanzaba hacia el norte, en Montevideo las cosas se complicaban por la injerencia portuguesa, las rivalidades internas y los refuerzos que llegaban de España. El segundo triunvirato, entre tanto, procuraba conciliar su acción con Chile para evitar todo comercio con el Perú, entendiendo que “Chile es el granero de Lima”. Al mismo tiempo, había un grupo dentro del nuevo gobierno que, según Lord Strangford, estaba dispuesto a fines de 1812 a negociar el reconocimiento de la constitución española, siempre que Inglaterra se comprometiera a asegurar una forma de autarquía local; otro grupo, en cambio, postulaba una completa independencia del vínculo europeo, mientras exigía la atención británica señalando la ventajas que le representaba el comercio en estas regiones.”

 

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