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La guerra a muerte librada contra el invasor realista en el Norte actual, y en el Alto Perú (actual Bolivia), durante cinco años, salvando a la Patria, y permitiendo el cruce de los Andes, y la Libertad de Chile, bajo la conducción del Libertador General don José de San Martín, trajo aparejadas pobreza y dolor en nuestra tierra norteña, arrasada por las sucesivas invasiones realistas. Contenidas y derrotadas con sangre, sudor y lágrimas por los oscuros hijos del paisaje: ¡los gauchos!


Güemes, sus oficiales (jujeños, salteños, tarijeños) y las milicias gauchas de Jujuy, Salta y Tarija, sufrieron el peso de ¡la tierra en armas! La ayuda en armamentos, cartuchos, lanzas, sables, caballos, ganado, fue sobrellevada mediante empréstitos forzosos en la "Provincia de Salta" (contribuciones de guerra aprobadas por el Cabildo salteño). Tucumán sostuvo la inactividad manifiesta y deliberada del Ejercito del Norte en esos duros años. Con la idea no concretada de preparar el avance sobre el Alto Perú (tal el Plan de San Martín, desde 1816), cosa que no ocurrió nunca… durante ese tiempo. Tucumán no sufrió el peso de la guerra en su propio territorio, como sí sucedió en 1812, en la Gesta de Belgrano (salvando a la Patria). Durante ese periodo de la guerra (1814/1818), Araoz apoyó a regañadientes, a cuenta gotas, a Güemes y a sus milicias gauchas. Sus motivos, más allá de la flaqueza del erario tucumano, fueron el temor del crecimiento de su prestigio militar, y su ascendiente sobre el paisanaje, sobre los gauchos. A pesar de esta actitud premeditada, “consentida” por Belgrano (influenciado por Araoz y
sus seguidores), Güemes y las milicias gauchas salto jujeñas salvan la independencia naciente... la excusa constante de la naciente tucumanidad, para no aportar más de lo escasamente necesario, fue el sostenimiento del Ejército del Norte, y la pobreza del erario tucumano. Como si Salta y Jujuy no sostuvieran al Ejército de Milicias Gauchas (más de 6.000 hombres), que a su vez guerreaban en el campo principal de la lucha: la geografía salto jujeña. Salvando la tranquilidad del territorio tucumano, y la de las demás provincias abajeñas. También al poder central, a los porteños, a los rioplatenses.


Tensiones, conflictos, grietas, en el campo criollo gaucho


La conducción gubernativa y militar de Güemes, en tiempos de guerra, de escasez y de hambre, conllevó grietas en las fuerzas patriotas salto jujeñas tarijeñas, también competencias, envidias, intrigas, resentimientos, incluso: connivencia con el enemigo realista. En ese marco terrible, sofocante, a partir de 1819, la ruptura directa o indirecta, declarada o tacita de ciertos sectores de Tarija, Chichas, Jujuy y Salta, empezaron hacerse sentir: incluso complotando contra la vida del Conductor político y militar don Martín Miguel de Güemes (el caso del mulato Panana, es significativo). La realidad histórica, los hechos sucedidos, basados en documentos fehacientes, es que valientes y temerarios como el Comandante Moto Mendez, el Capitán Pedro Norberto Arraya y el Teniente Coronel Manuel Eduardo Arias, entraron en combinaciones con el General Pedro Antonio de Olañeta, el empecinado realista, que fuera consagrado Virrey del Río de la Plata, por el Rey Fernando VII, antes de su muerte en 1826. Este perdió la vida, traicionado por sus oficiales, en la última batalla de la Independencia, en Tumusla (1 de Abril de 1826). De los criollos mencionados, quien más se empecinó contra Güemes, fue Arias, quien complotó contra la vida de Güemes, es decir: del Gobernador, y Comandante Militar, por lo cual terminó siendo desterrado a Tucumán, por el Caudillo de la Epopeya de la Guerra Gaucha. Aráoz ni lerdo ni perezoso, inmediatamente lo integró a sus fuerzas militares, organizadas después de que se retirara el Ejército del Norte al mando de Belgrano, a solicitud del Gobierno central para reprimir la sublevación federal del Litoral (1819). En el Norte, los Coroneles Abraham González y Aráoz encendieron la hoguera de la anarquía en el País de los Argentinos (1820), al forjar la sedición contra el gobernante legítimo de su provincia Felipe Mota Botello, logrado su objetivo, se encaramaron en el poder tucumano, Aráoz designado Gobernador de “facto” constituyó: la "república del Tucumán", basado en una Constitución de corta existencia, pues la anarquía recorrería Tucumán, en los años sucesivos. Llevando a la muerte, fusilado por sus comprovincianos, al mismo Aráoz. Para sostener la corporativa “república federal”, dado que fue un gobierno sedicioso, se apropiaron del parque de armas del Ejercito del Norte. Abandonado después del repliegue del mismo, hacia el litoral. Ordenada por el Gobierno Central, acatada por Belgrano, sin esperanzas, enfermo ya de tantas disensiones internas.

 

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